Sociedad
El caso de Nicolas Petro… Un análisis sociológico!
Buenos días amigos renovadores,
bienvenidos nuevamente a este su espacio Renovación.
Hoy vamos a hacer un análisis del evento que protagoniza los titulares de las redes y los diferentes medios de comunicación: el caso de Nicolás Petro.
Vamos a intentar abordar el tema no desde la superficialidad que implica incurrir en señalamientos personales, sino desde un análisis profundo y sociológico que nos permita encontrar formas de solución y no quedarnos en una mera opinión.
Para esto, vamos a dividirlo en tres partes:
La primera: La asociación de Nicolás Petro con el actual presidente Gustavo Petro es una asociación personal y un conflicto de orden familiar.
¿Qué quiero decir con esto?… Que lo único que podríamos señalar en Gustavo Petro como persona es la falla en la transmisión de los valores que profesa a su hijo.
Ahora bien, tal como lo expresa Rousseau en El Contrato Social, la familia es la partícula más pequeña de la sociedad, es un microestado. Las falencias de esta tienen consecuencias políticas, entendiendo a la política no como aquello que sucede en el congreso y los espacios de gobierno, sino como la construcción de sociedad.
Con esto en cuenta, las consecuencias políticas de las fallas que un padre pueda tener hacia sus hijos derivan en que ese hijo eventualmente será un adulto cuyas acciones tendrán mella en el tejido social.
Dependiendo de la guía adecuada o inadecuada del padre o madre que lo guía, las acciones consecuentes del hijo.
Esto nos lleva al primer cuestionamiento: ¿existe en nuestra sociedad una conciencia real sobre estos efectos? ¿Acaso la sociedad colombiana dispone de los espacios suficientes para que todo padre o madre sea una guía adecuada?
Si queremos juzgar a Gustavo Petro sobre su papel como padre, deberíamos antes evaluar si hemos podido generar un consenso sobre la manera adecuada de educar a nuestros hijos. ¿Lo tenemos? ¿Acaso la sociedad colombiana no ha antepuesto el orden financiero como pilar y centro de desarrollo de la sociedad? ¿Cuántos de ustedes no anhelan la riqueza? ¿Cuántas personas, adultos, no vemos exponiendo su dignidad humana, dejando de lado sus valores en la búsqueda de riqueza económica? ¿Cuántos de ustedes no cuantifican en términos monetarios cualquier posible avance de orden social? ¿O acaso las limitaciones en torno a la construcción de sociedad, en torno a lo que es posible, no terminan siendo enmarcadas por lo económico como primer factor? ¿Y de ser esto así, cómo esperan que los hijos de la patria, las personas que en nuestra sociedad crecen, no piensen de la misma manera?
El caso de Nicolás Petro no es sino una instancia más de nuestra sociedad volcada hacia lo material, entendido meramente como lo financiero, que pierde sus valores humanos cuando en términos de enriquecimiento se trata.
A Gustavo Petro, la persona, a quien teniendo en cuenta lo que su discurso demuestra le brindamos toda nuestra consideración por la gran decepción que como padre debe estar sintiendo, si acaso lo podemos interpelar por no haber sido una guía adecuada… y en torno a su posición política, proponerle la reflexión sobre si lo mismo no está sucediendo en su papel como líder.
Considerando los reemplazos en su gabinete de ministros, la elección de los mismos y las disputas internas, cuestionarlo sobre: ¿Acaso ha logrado transmitir sus principios y pensamientos, el fin que sus ideas conllevan a las personas encargadas de lograr que se materialicen?
Este es un acto de conciencia que él debería hacer, el mismo que nosotros, como adultos independientes, también debemos hacer, porque vivimos en un estado de inconsciencia tal que esperamos que el otro rechace lo que en nuestra cotidianidad abunda.
Y precisamente es el acto de conciencia, de entender cómo el “mercado” termina incluso influyendo en la crianza de las futuras generaciones, que tenemos que comenzar a dejar nuestro reflejo de opinar sin reflexión y comenzar a reflexionar antes de evaluar.
De esto precisamente nace nuestro siguiente punto: ¿Por qué, en un estado democrático, donde las personas obtienen una posición en la función pública mediante elección popular, seguimos heredando estas funciones a los familiares de estas personas?
¿Quién es Nicolás Petro? Si retiramos el hecho de ser el hijo del presidente, ¿podríamos afirmar algo sobre su persona? ¿O su relevancia en nombre se debe solo al ser el hijo del presidente? ¿Tendría Nicolás la misma importancia si no lo fuera? Lo mismo podríamos pensar sobre la posición de la primera dama… ¿Qué es una “primera dama”? ¿Existe realmente esa posición? ¿Bajo qué condiciones se elige?
Creo que ya se deja entrever el horizonte de nuestra reflexión. La posición de “primera dama” no dista de aquella que tenía la reina en las monarquías previas a los estados modernos.
Es una posición que nace de ubicar a una persona en una posición de atención y responsabilidad solo porque su relación con otro… pero… ¿qué sentido tiene esto? Lo mismo sucede con los hijos, los “príncipes” de la comarca, que evidencian el arrastre que tiene nuestra sociedad de ideas perimidas.
Que muestra nuestra falencia como sociedad (no solo en Colombia sino a título general) de reflexionar sobre nuestros paradigmas, evaluar su deseabilidad y derrumbarlos si no son adecuados para lo que como sociedad buscamos.
Ni uno ni el otro son posiciones realmente existentes en los estados modernos, salvo por el ideario colectivo que los mantiene y perpetúa. Son ideas indeseables, no porque en su calidad de personas la esposa o el hijo del presidente no merezcan una posición, sino porque precisamente no es por su calidad propia que la reciben, sino por su relación con otro.
Y es precisamente que nosotros, la ciudadanía, les otorguemos esta posición, es que obtienen la capacidad de actuar sin consideración del bien general y en la búsqueda de beneficios personales.
¿Acaso no es esta relación de buscar beneficios personales sin pensar en cómo esto nos impacta a todos, de cortar caminos y saltarnos el debido proceso, un hábito en nuestra cultura ciudadana? ¿Cuántos no prefieren hacer un trato con un policía o un tramitador para favorecerse? ¿Cuántas personas no buscan mantener una relación con el familiar de fulanito para conseguir sus favores? ¿Y acaso no es lo mismo que sucedió en el caso de Nicolás Petro? No me malinterpreten, lejos de querer justificarlo, lo condeno desde un punto de vista social, pero no me quedo en la sola condena, sino que intento evidenciar sus causas para darle solución.
En este caso, ¿nuestra sociedad no está plagada de acciones equivalentes (salvo la escala) a las de Nicolás? ¿Cómo podemos evitar que esto vuelva a suceder? A mi parecer, la manera en que nosotros constituimos la sociedad a través de nuestras acciones debe estar guiada por la conciencia, que nos permita identificar cuáles de nuestras acciones no son adecuadas para el propósito general que, como sociedad, nos compete a todos. Y después de construir un estado de conciencia y evaluar la indeseabilidad de cada acción, comenzar a actuar de manera diferente. Porque, finalmente, ni Gustavo Petro ni los congresistas traerán el cambio si nosotros no cambiamos en nuestro actuar cotidiano, ¿por qué habría de extrañarnos que estos se reflejen en las acciones de los que dirigen?
Recordemos que su poder de dirigir viene de la aceptación que nosotros hacemos de sus direcciones, y ellos están ahí porque nosotros (en parte) lo decidimos. Si queremos que haya un cambio real, trascendente, nosotros tenemos que comenzar a cambiar la forma de relacionarnos, y esto solo es posible después de hacer el acto de conciencia sobre lo que debemos cambiar.
Y para esto estamos aquí, brindando un espacio comunitario que busca la participación conjunta en la creación de conciencia. Sin más, amigos… un abrazo especial, la invitación a ir más allá de la opinión y a seguir este, su espacio, ¡Renovación!